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que me preguntara, pero me senta incapaz de explicar aquello excepto como respuesta a
una pregunta.
Y ahora, qu, Corwin?
Debemos avanzar ms rpido dije . Quiero estar en mbar esta noche.
Avanzamos de nuevo. El camino fue ms fcil durante un tiempo, y eso nos ayudó. La
tormenta sin lluvia continuaba aumentando el brillo y volumen de los relmpagos y
truenos, bamos envueltos en un crepsculo constante.
Cuando aquella tarde llegamos a un lugar aparentemente seguro a ocho kilómetros
de los barrios del norte de mbar orden otro alto, para descansar y tomar la ltima
comida. Tenamos que hablar a gritos para hacernos or, por lo que no pude arengar a los
hombres. Simplemente hice circular el aviso de que estbamos cerca y debamos estar
preparados.
Cog mi ración y me fui a inspeccionar el terreno mientras los otros descansaban.
Aproximadamente a ochocientos metros de distancia ascend por un risco empinado,
detenindome cuando llegu a su cima. En los peascos de enfrente se libraba alguna
clase de batalla.
Me mantuve agazapado y observ. Una fuerza perteneciente a mbar combata contra
una fuerza ms nutrida de atacantes, que deban haber subido antes que nosotros a
aquellas alturas o haban llegado por medios diferentes. Sospechaba lo ltimo, ya que no
habamos visto huellas recientes. La batalla explicaba la buena suerte de que gozamos al
no encontrar patrullas defensivas en nuestro camino.
Me aproxim. Aunque los atacantes podran haber llegado por alguna de las otras dos
rutas, vi la prueba de que no haba sido este el caso. Todava estaban arribando, y era
una visión terrible, ya que venan por los aires.
Bajaban por el lado oeste como grandes manojos de hojas arrastradas por el viento. El
movimiento areo que haba contemplado desde lejos era ms variado de lo que pareca;
no haba sólo multitud de pjaros. Los atacantes montaban seres alados, con dos piernas:
una especie de dragones. Lo ms parecido que yo haba visto era una bestia herldica
llamada wivern. Y tampoco haba visto hasta entonces ningn wivern que no fuera
decorativo, ni haba tenido jams deseo de buscar uno.
Me pregunt cunto tiempo llevaran enzarzados en aquella batalla, tanto en el valle
como all arriba. Atendiendo a la duración de aquella tormenta que no era natural, calcul
que seran ya largas horas de combate.
Entre los defensores haba numerosos arqueros, que causaban estragos entre los
seres voladores y sus jinetes. Estallaron entre ellos tambin lminas de puro infierno: los
relmpagos brillaban fulgurantes, hacindolos caer al suelo como cenizas volcnicas.
Pero seguan llegando y aterrizando, lanzndose tanto hombres como bestias a atacar a
los que permanecan atrincherados. Busqu y encontr el brillo intermitente que emita la
Joya del Juicio cuando era operada. Vena del centro del cuerpo ms compacto de
defensores, enclavados cerca de la base de un alto risco.
Observ detenidamente, prestando toda mi atención al portador de la gema. S, no
poda haber duda. Era Eric.
Me acerqu an ms arrastrndome pegado al suelo. Vi al jefe del grupo de defensores
ms cercano decapitar a un wivern de un sólo golpe de espada. Con la mano izquierda
cogió de la montura al jinete y lo arrojó a ms de diez metros fuera de la plataforma,
monte abajo. Cuando entonces se volvió para gritar una orden, vi que era Grard. Pareca
dirigir un asalto a los flancos de la masa de atacantes que estaban acosando a las fuerzas
al pie del risco. Por el extremo opuesto, un destacamento similar haca lo mismo. Otro
de mis hermanos?
Me desplac hacia la derecha para observar el frente oeste. La batalla en el valle
continuaba con el mismo rigor. Desde esta distancia era imposible decir quin era quin, y
menos an quin estaba ganando. Aunque poda ver que del oeste no les llegaba ningn
refuerzo a los atacantes.
Estaba perplejo pensando en cul sera el mejor modo de actuar. Obviamente no poda
atacar a Eric cuando estaba comprometido en algo tan crucial como la defensa de mbar
misma. Esperar a recoger los restos despus, podra ser lo mas prudente. Sin embargo,
senta internamente cómo los dientes de rata de la duda iban royendo esa idea.
Aun sin refuerzos para los atacantes, el resultado de la contienda no pareca claro en
absoluto. Los invasores eran fuertes y numerosos. No tena idea de los recursos que le
podan quedar a Eric. En ese momento me era imposible calcular si los bonos de guerra
de mbar serian una buena inversión. Si Eric perda, entonces sera necesario que yo
mismo me ocupara de los atacantes, una vez desperdiciada gran parte de la fuerza de
mbar.
Si ahora entraba yo en combate con mis automticas no haba duda de que
aplastaramos a los jinetes de los wivern rpidamente. A propósito, alguno o algunos de
mis hermanos deban hallarse en el valle. Mediante los Triunfos podra establecer un
puente para trasladar all a algunas de mis tropas. Quienquiera que estuviera all abajo
luchando por mbar quedara atónito si repentinamente aparecieran mis tiradores.
Prest atención de nuevo al conflicto cercano. No, no marchaba bien. Especul con los
resultados de mi intervención. Eric seguramente no estara en posición de atacarme.
Aparte de cualquier simpata con que pudiera contar yo por todo lo que me haba hecho
pasar, obtendra el mrito de sacarle las castaas del fuego. Aunque quedara agradecido
por la ayuda, no se alegrara mucho de los sentimientos generales que esto despertara.
Realmente no. Yo entrara en mbar con una guardia personal mortal y contando con la
buena voluntad de todos. Era un pensamiento seductor. Me ofreca la ruta ms suave
hacia mi objetivo, en vez del asalto brutal y directo culminado con un regicidio, tal como
haba previsto.
S. Me encontr sonriendo. Estaba a punto de convertirme en un hroe.
Pero debo concederme el hecho de que no me guiaba sólo el inters personal. Si
hubiese tenido que elegir entre mbar con Eric en el trono y mbar cada, no hay ninguna
duda de que mi elección hubiera sido la misma: atacar. Las cosas no estaban
desarrollndose bien, y aunque redundara en mi ventaja dejar pasar el da, eso, en ltima
instancia, no era esencial. No te podra odiar tanto Eric, si no amara todava ms a
mbar.
Retroced y baj rpidamente la pendiente, mientras el resplandor de los relmpagos
proyectaba mi sombra en todas direcciones.
Me detuve en la periferia de mi campamento. En el otro extremo del mismo, Ganelón
conversaba a gritos con un jinete solitario, y yo reconoc el caballo.
Me acerqu y a una seal del jinete, el caballo se abrió camino entre las tropas para
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